Entonces Jesús les dijo: Mirad, y guardaos de la
levadura de los fariseos y de los saduceos. Mateo
16:6
Al meditar en estos
mandamientos de Jesús, primeramente voy a destacar el carácter imperativo de
los verbos utilizados: Mirad y Guardaos. Esta orden del Maestro y Señor de
nuestras vidas nos obliga a hacerlo detenidamente, es decir, con una mirada
profunda y no superficial sobre el concepto de fariseo, (el más común usado en
nuestro medio), y el de saduceo.
Observemos
históricamente. Estos dos grupos representaban la mayoría y minoría gobernante
políticamente, en su relación con el imperio romano, y espiritualmente como eje
gobernante sobre el Israel histórico de los tiempos de Jesús.
Durante la era del
Nuevo Testamento, aquellos que eran saduceos, eran aristócratas. Ellos tendían
a ser ricos y mantenían posiciones de poder, incluyendo la de los jefes
sacerdotales y el sumo sacerdote, ocupaban la mayoría de los 70 lugares del
concilio gobernante llamado el Sanedrín. Trabajaban duramente para mantener la
paz, mediante la aceptación de las decisiones de Roma.
Religiosamente, los
saduceos eran más conservadores que los fariseos en un área importante de la
doctrina. Los fariseos concedieron a la ley oral la misma autoridad que a la
Palabra de Dios escrita, mientras que los saduceos consideraban que solo la
Palabra escrita era de Dios y trabajaban arduamente para preservar la autoridad
de ésta, especialmente los Libros de Moisés (Génesis a Deuteronomio).
Por estar los saduceos
más preocupados por la política que por la religión, no se ocuparon de Jesús,
hasta que se volvieron temerosos de que Él pudiera atraer la no deseada
atención de Roma. Fue en este momento que los saduceos y fariseos se unieron y
conspiraron para llevar a Cristo a la muerte[1].
Los saduceos dejaron de
existir en el año 70 d.C. Puesto que este partido existía por sus lazos
políticos y sacerdotales, cuando Roma destruyó Jerusalén y el Templo los
saduceos fueron también destruidos.
En contraste con los
saduceos, los fariseos eran en su mayoría hombres de negocios de la clase
media, y por lo tanto estaban en contacto con el hombre común. Los fariseos
eran tenidos por el hombre común, en una estima más alta que los saduceos.
Aunque ellos eran una minoría en el sanedrín, y mantenían un número minoritario
de posiciones como sacerdotes, ellos parecían controlar las decisiones,
haciendo del sanedrín algo más importante de lo que lo hicieron los saduceos,
nuevamente debido a que tenían el apoyo de la gente.
Religiosamente, ellos
aceptaban la Palabra escrita como inspirada por Dios. Para el tiempo del
ministerio terrenal de Jesucristo, esto habría sido lo que es ahora nuestro
Antiguo Testamento. Pero ellos también le concedían igual autoridad a la
tradición oral, e intentaban defender su posición diciendo que ésta se
remontaba hasta Moisés. Esto no era nada más que legalismo.
Estas tradiciones se
habían desarrollado a través de los siglos, y se añadían a la Palabra de Dios,
lo cual está prohibido[2], y
los fariseos buscaban obedecer estrictamente estas tradiciones junto con el
Antiguo Testamento.
Como
dije anteriormente, aunque los fariseos eran rivales con los saduceos, se las
ingeniaron para hacer a un lado sus diferencias en una ocasión, el juicio de
Cristo.
Mientras
que los saduceos dejaron de existir después de la destrucción de Jerusalén y
del Templo, debido a su naturaleza altamente política, los fariseos, quienes
estaban más preocupados con el estado religioso de Israel, continuaron
existiendo mucho después de la destrucción de Jerusalén.
De hecho, los fariseos
estuvieron en contra de la rebelión que trajo la destrucción sobre Jerusalén en
el 70 d.C., y después de esto, fueron los primeros en hacer las paces con los
romanos. Los fariseos también fueron responsables por la compilación de La
Mishna, un importante documento con referencia a la continuación del judaísmo
más allá de la destrucción de su lugar central de adoración, el Templo.[3]
Luego de esta breve
mirada histórica, deseo que observemos la doctrina de estos grupos de líderes
espirituales que logran atravesar los tiempos. Su logro se basa en fortalezas
mentales siempre con raíces en el ego ministerial que busca lo propio antes que
lo de Cristo y, por ende, su Cuerpo que es la Iglesia como congregación y el
mandato de ésta, que es la atención espiritual para salvación de todas las
personas.
La fuerza de
contaminación de estas doctrinas fue equiparada por Jesús con los atributos de
la levadura, que es un hongo microscópico que tiene una importante capacidad
para realizar la descomposición mediante fermentación de diversos cuerpos
orgánicos, produciendo distintas sustancias. Por ejemplo, el uso de la levadura
en el pan, hace que éste aumente considerablemente su tamaño. Para ello, sólo
es necesario guardar un poco de masa fermentada del día anterior y agregarla a
la nueva.
Pero, como hemos dicho,
el Señor se estaba refiriendo a la levadura desde una perspectiva espiritual.
En este sentido, él la veía como símbolo de algo negativo, y podemos considerar
algunas de las razones para establecer este paralelismo: La levadura se
extiende por toda la masa y cambia su naturaleza, operando exactamente igual
que el pecado en el hombre. Tanto la levadura como el pecado de doctrinas
erróneas son fuerzas muy poderosas. Ambas tienen una gran tendencia a
incrementar gradualmente su esfera de influencia. Y las dos actúan de forma
invisible.
Una doctrina errónea
tiene la capacidad de cambiar la naturaleza santa del mensaje de la iglesia, y
contaminar congregaciones y generaciones de sinceros cristianos de manera
invisible y sutil. Mirar y guardarse de ellas es el mandato de Cristo.
Entonces, miremos y nos
guardemos detenidamente de estas doctrinas.
Observemos primeramente
a los saduceos:
Como dije
anteriormente, estos grupos insistieron sólo en que estaban comprometidos con
las leyes que se encontraban en el Pentateuco (los primeros cinco libros del
Antiguo Testamento) y rechazaban “las
tradiciones de los ancianos”, las interpretaciones de la ley que habían sido
transmitidas, como hacían los fariseos. En esto no tuvieron reproches del
Señor.
Pero si en el hecho de
que no creían en la resurrección, ni en los espíritus o ángeles: Porque
los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los
fariseos profesan estas cosas, dice Hechos 23:8. Tampoco creían en la
recompensa o el castigo después de la muerte, ni en el cielo o el infierno.
Dice la Palabra de Dios
que Aquel
día, vinieron a Él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le
preguntaron, diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su
hermano se casará con su esposa, y levantará descendencia a su hermano.
Hubo, pues, entre
nosotros siete hermanos; y el primero se casó, y murió; y no teniendo
descendencia, dejó su esposa a su hermano; así también el segundo, y el
tercero, hasta el séptimo. Y después de todos murió también la mujer. En la
resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será esposa, pues todos la tuvieron?
La pregunta de los
saduceos seguramente era un arma teológica muy preciada y utilizada en los
debates doctrinales. Quizás hasta este momento se encontraba invicta ante sus
oponentes. Por lo tanto, veamos a este pasaje como un choque doctrinal. Y así
lo entiende la gente maravillándose de la doctrina triunfadora, que es la de
Cristo.
Entonces respondiendo
Jesús, les dijo: Erráis, no conociendo las Escrituras, ni el poder de Dios.
Porque en la resurrección ni se casan, ni se dan en casamiento, sino que son
como los ángeles de Dios en el cielo.
Pero en cuanto a la
resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios,
cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob?
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
Y oyéndolo la multitud,
se maravillaban de su doctrina. Mateo 22:23-33.
Jesús los acusó de dos
faltas a las cuales debemos tener presentes en nuestras vidas. Dice que no
conocían las Escrituras y el poder de Dios.
Ellos tenían su fuerte
doctrinal en los libros del pentateuco y es, justamente, una declaración en el libro
de Éxodo 3:6 lo que Jesús usa para mostrar su error. Es increíble que en la revelación
de lo que más custodiaban es donde estaba su error doctrinal.
El conocimiento de la
Escritura no es solamente el intelectual. Lo peor que nos puede pasar, (y que
con más frecuencia pasa), es que lleguemos a
un conocimiento sin revelación del inspirador de la Palabra, o sea, el
Espíritu Santo de Dios.
Debemos clamar para que
el don de revelación y discernimiento de vida a nuestra lectura diaria de las
Escrituras, a fin de ser llevado a toda verdad por el Espíritu Santo conforme a
las promesas de Jesús[4].
Intentemos ver dentro
de nuestra doctrina aprobada si descubrimos esta levadura, o no.
La observaremos cuando
aceptamos algunas porciones de la palabra de Dios, pero rechazamos el resto;
tales como sólo prestar atención a las palabras de Jesús, pero no las cartas
apostólicas. O al revés, aceptar las palabras de sus apóstoles, pero sostener
que todas las enseñanzas de Jesús en el evangelio son enseñanzas del Antiguo
Testamento. Las palabras de los apóstoles son con tanta autoridad[5]como
lo fueron las palabras dichas por Jesús durante Su ministerio terrenal[6].
Otra contaminación
doctrinal es cuando aceptamos el razonamiento humano por encima de la
revelación divina. Esta levadura no nos permitirá aceptar una doctrina bíblica
a menos que “tenga sentido”. Esta es una posición peligrosa de sostener, puesto
que Dios ha escogido para confundir la sabiduría y la arrogancia con la locura del
mensaje del evangelio.[7]
El otro grave error de
los saduceos era que no conocían el poder de Dios. El desconocimiento nos lleva
a rechazarlo influenciados por el racionalismo. Descartamos el poder de Dios
cada vez que rechazamos cualquier doctrina, cualquier promesa de las Escrituras
si las concebimos como físicamente imposibles. Tal como la creación del mundo,
el nacimiento virginal, los milagros de Jesús, la resurrección de los muertos,
etc.
Una vez que aceptamos
la premisa que para Dios todas las cosas son posibles, no podemos rechazar el
testimonio o la doctrina bíblica debido a que no ajustamos nuestras ideas
preconcebidas de lo que es posible.
En cuanto a la levadura
de los fariseos, aquí tenemos mucho más para observar y guardarnos.
Vimos anteriormente que
estos grupos religiosos adoptaron también “las tradiciones de los ancianos”, es
decir, las interpretaciones de la ley que habían sido transmitidas. En nuestros
días podemos ver estas levaduras doctrinales en líderes que enseñan las tradiciones
de hombres proclamadas como doctrinas.[8]
Miremos con atención el
siguiente relato bíblico.
Entonces vinieron a
Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus
discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan sus manos
cuando comen pan.
Pero Él respondió y les
dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra
tradición?
Porque Dios mandó,
diciendo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldijere a su padre o a su
madre, muera de muerte. Pero vosotros decís: Cualquiera que dijere a su padre o
a su madre: Es mi ofrenda todo aquello con que pudiera ayudarte, y no honra a
su padre o a su madre, será libre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios
por vuestra tradición.
Hipócritas, bien
profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo se acerca a mí con su boca,
y de labios me honra, pero su corazón lejos está de mí. Pero en vano me honran;
enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
Y llamó a sí a la
multitud, y les dijo: Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al
hombre; sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
Entonces vinieron los
discípulos, y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron
esta palabra? Mas Él respondió y dijo: Toda planta que no plantó mi Padre
celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el
ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.[9]
En esta narración, Jesús
los describió como “ciegos guías de ciegos” y esto se manifestaba en que dejaron
sin efecto los mandamientos de Dios por sus tradiciones. Fueron hipócritas,
enseñando una cosa y practicando otra. Hicieron sus obras para ser vistos por
los hombres.
Además, Mateo relata
con detalles otra enseñanza, en cuanto a la doctrina de los fariseos, en Mateo
capítulo 23. Observemos detenidamente el error de ellos y lo que debemos hacer:
Entonces habló Jesús a
la multitud y a sus discípulos, diciendo: En la cátedra de Moisés se sientan
los escribas y los fariseos: Así que, todo lo que os digan que guardéis,
guardadlo y hacedlo, pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen, y
no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen en
hombros de los hombres; pero ellos ni con su dedo las quieren mover.
La enseñanza de ellos era
conforme a los mandamientos de Dios dado a Moisés, por lo tanto debemos guardar
la Palabra enseñada.
El error mayor es
enseñar y no poner por obra en la vida personal lo que se predica. Debemos cuidarnos
de hacer real y viva la Palabra de Dios en nosotros porque en ella se basa
nuestra relación personal y de amistad con Cristo.
Muchas personas acusan
a aquellos que insisten en guardar los mandamientos de Dios como legalistas, y
ser de esta forma los “fariseos” de hoy – pero consideremos que Jesús nunca
criticó a los fariseos por su estricto apego a la misma ley. Su crítica se basó
en que dejaron sin efecto los mandamientos de Dios por sus tradiciones. Sobre
todo por dejar algunos mandamientos de Dios sin cumplir mientras hacían otros.
Sí se llama a alguien
legalista por observar estrictamente los mandamientos de Dios, ¡entonces Jesús
era un legalista! En tanto que la ley estaba en vigor, Él esperaba ser enseñado
en ella y guardarla hasta el mínimo detalle.[10] Él
esperaba que Sus discípulos sobrepasaran a los fariseos en su justicia.[11]
No nos olvidemos que
Jesús dijo que sus discípulos expresarían su amor por Él por medio de guardar
Sus mandamientos. Él prometió Su amor y amistad a aquellos que guardaran su palabra.[12]
Antes, hacen todas sus
obras para ser vistos por los hombres; porque ensanchan sus filacterias, y
extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas,
y las primeras sillas en las sinagogas; y las salutaciones en las plazas, y ser
llamados por los hombres: Rabí, Rabí.
Mas vosotros no queráis
que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros
sois hermanos. Y no llaméis vuestro padre a nadie en la tierra; porque uno es
vuestro Padre, el que está en el cielo. Ni seáis llamados maestros; porque uno
es vuestro Maestro, el Cristo.
Ahora vemos que parte
de la levadura contaminante de los fariseos es amar la atención y el trato
especial de otros. Jesús nos enseña que el que es mayor entre vosotros, sea vuestro
siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido.
Mas ¡ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante
de los hombres; porque ni entráis, ni a los que están entrando dejáis entrar.
Con su doctrina evitaron
que otros encontraran el camino al reino de los cielos.
¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y por
pretexto, hacéis largas oraciones; por tanto llevaréis mayor condenación.
Usaron su religión para
hacer dinero e impresionar a otros.
¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un
prosélito, y una vez hecho, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que
vosotros.
No hicieron mejor a la
gente, ¡los hicieron peores!
¡Ay de vosotros, guías
ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno
jura por el oro del templo, es deudor.
¡Insensatos y ciegos!
porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
Y decís: Cualquiera que
jura por el altar, no es nada; pero cualquiera que jura por la ofrenda que está
sobre él, es deudor.
¡Necios y ciegos!
porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Pues el
que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; y el que
jura por el templo, jura por él, y por el que en él habita; y el que jura por
el cielo, jura por el trono de Dios, y por Aquél que está sentado sobre él.
Hicieron distinciones que
Dios no hizo.
¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el
comino, y omitís lo más importante de la ley; la justicia, y la misericordia y
la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer lo otro.
¡Guías ciegos, que
coláis el mosquito, y tragáis el camello!
¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del
plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de desenfreno.
¡Fariseo ciego! Limpia
primero lo de adentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea
limpio.
¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros
blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro
están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros,
por fuera a la verdad, os mostráis justos a los hombres; pero por dentro estáis
llenos de hipocresía e iniquidad.
Aunque eran muy
rigoristas en algunos mandamientos, ignoraban algunos otros.
¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los
profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos
vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos participado con ellos en
la sangre de los profetas.
Así que dais testimonio
contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los
profetas. ¡Vosotros también colmad la medida de vuestros padres!
¡Serpientes, generación
de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?
Por tanto, he aquí yo
os envío profetas, y sabios, y escribas; y de ellos, a unos mataréis y
crucificaréis; y a algunos azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de
ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que ha
sido derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la
sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al cual matasteis entre el templo y el
altar.[13]
Honraron a los hombres
de Dios que fueron antes que ellos, pero se asemejaban más a aquellos que
persiguieron al pueblo de Dios.
Para resumir: Debemos
guardarnos de:
Enseñar y practicar
tradiciones de hombres, en lugar de los mandamientos de Dios.
Enseñar una cosa,
mientras practicamos otra.
Hacer cosas para ser
vistos por los hombres, usando vestiduras especiales buscando ser llamados por
títulos religiosos.
No mostrar a la gente
el verdadero camino al reino de los cielos.
Usar la religión para
hacer dinero e impresionar a los demás.
Hacer distinciones
donde Dios no las hace.
Insistir en algunos
mandamientos, pero omitir otros por considerarlos innecesarios.
Tratar de legalistas a
aquellos que se esfuerzan por guardar los mandamientos de Cristo como una
manera de desviar la responsabilidad en nuestra vida.
No solamente debemos
guardarnos de ésta tan sigiloso y sutil contaminación leudante de la doctrina farisaica,
sino que debemos preocuparnos por elevar nuestra justicia por sobre esta
superficial manera de vivir el evangelio.
Nuestra pascua es
Cristo: el pan de Dios sin más levadura que la semilla del Reino de Dios.[14]
[1] Juan
11:48-50; Marcos 14:53; Marcos 15:1.
[2] Deuteronomio
4:2; Apocalipsis 22:18-19.
[4] Juan
14:26.
[5] Juan
13:10; Hechos 2:42; 1 Corintios 14:37.
[6] Mateo
28:20; Hechos 20:35.
[7] 1 Corintios
1:18-31.
[8] Marcos
7:1-51.
[9] Mateo
15:1-14.
[10] Mateo
5:17-19.
[11] Mateo 5:20.
[12] –Juan
14:15, 21,23; 15:10,14.
[13] Mateo
23:1-35.
[14] Lucas
13:21. 1 Corintios 5:6-8.
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