Libro de Nehemías. Capítulo 1 y 2.
Muros derribados
El hermano llegó juntos a otros judíos. Un saludo afectuoso, besos en las mejillas y una pregunta: -Hanani ¿Cómo están los judíos que escaparon, que han quedado de la cautividad, y Jerusalén?-
Y le dijeron: -El remanente, los que quedaron de la cautividad allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego-.
Cuantas veces oímos noticias que nos indican que los muros de nuestra ciudad están derribados y el fuego los consume día a día. La gente sufre. Muchos pierden su dignidad por falta de no poder satisfacer sus necesidades básicas. Los muros de los valores del amor y el respeto son arruinados. Las puertas de la dignidad personal son quemadas por fuego ajeno.
¿Cuál es la noticia o noticias sobresalientes del día? ¿Qué valores y que derechos personales derriban? ¿De qué manera se queman las puertas de nuestra sociedad para dar lugar al robo, la muerte y destrucción en los niños, jóvenes y ancianos? ¿Cuál es el sentimiento que despierta en ti?
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; Jesús vino para que tengamos vida, y para que la tengamos en abundancia. Nosotros, ¿Para qué vinimos?
Sin lugar a dudas, las noticias diarias son desalentadoras al punto tal que el actual gobierno en Argentina obligó, por ley, que los medios noticiosos pongan un spot antes de comenzar los noticieros que diga lo siguiente: ADVERTENCIA: las imágenes pueden herir su sensibilidad; y sugerir sobre la presencia de niños y adolescentes ante el televisor para ver un programa de noticias.
Lo importante es que hacemos nosotros ante esta realidad.
Las noticias en los tiempos de Nehemías causaban dolor y tristezas a muchos. Otros ya estaban inmunizados ante el dolor. La naturalización de lo acontecido lo llevan al no-pensar viviendo bajo la ley del sálvese quien pueda.
Nehemías se sentó y lloró angustiado ante el relato recibido. Decidió hacer duelo por algunos días, pero la decisión más importante fue ayunar y orar delante del Dios del cielo.
La oración de Nehemías es fundamental. Orar y ayunar es el primer paso que debemos dar cada vez que el Espíritu de Dios compunja nuestro ser interior ante la decadencia de nuestra sociedad, ante el dolor de la injusticia social, el maltrato y la muerte.
Orar con la seguridad y convicción que oramos a un Dios que ve y escucha, pero sobre todo que responde a la oración y no es ajeno al dolor del ser humano.
Nehemías oró diciendo: Te ruego, oh Jehová, Dios del cielo, Dios grande y terrible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; esté ahora atento tu oído, y tus ojos abiertos, para oír la oración de tu siervo, que yo hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos.
Pero no es orar por orar. Es orar en la sabiduría y dirección de Dios. Nehemías reconoció que todo lo sucedido no es una casualidad sino una causalidad. Era producto del pecado.
Y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos contra ti cometido; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, y estatutos y juicios, que mandaste a Moisés tu siervo.
El mundo le ha dado la espalda a Dios. Todos somos pecadores y responsables de la caída y destrucción de nuestros muros. Podemos echar la culpa a otros, aunque estos sean ejecutores del mal, pero finalmente nosotros somos los principales responsables. La confesión destaca la veracidad del Padre en sus juicios y es estar de acuerdo con Dios.
Nuestro Padre celestial es un Dios de promesas. En la cruz del calvario se firmó con sangre la más maravillosa de las promesas:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Y ésta es la voluntad del que me envió: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en Él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí tiene vida eterna.
Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Estas son algunas de las promesas en Cristo. Lo importante es saber si crees esto.
Nehemías reconoció a este Padre de promesas y oró: Acuérdate ahora de la palabra que ordenaste a Moisés tu siervo, diciendo: Vosotros prevaricaréis, y yo os esparciré por los pueblos: Pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestros desterrados estén hasta el extremo de los cielos, de allí os reuniré; y los traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre. Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran fortaleza, y con tu mano fuerte.
Esta oración es la base teológica ante la realidad que vivimos, pero la base de la victoria es el final de la oración de Nehemías: Te ruego, oh Señor, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean temer tu nombre. Prospera a tu siervo hoy, y concédele hallar misericordia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey.
Oró mostrando al Señor que no solo va a llorar, orar y ayunar. Oró tomando la decisión de hacer algo. No va a esperar que Dios haga, sino que lo haga a través de él.
No esperemos que Cristo descienda otra vez para hacer lo que ya hizo. Entrego su vida por nosotros y resucitó sentándose a la diestra del Padre, dándonos a nosotros el poder y la autoridad para hacer y deshacer en ésta nuestra generación. No esperemos que Dios envié a otro Nehemías; seamos nosotros el Nehemías de este hoy.
Reconstruyamos lo muros primeramente en nuestro corazón; reconstruyamos las puertas de nuestro ser interior. Trabajemos sobre las fortalezas en nuestra familia; derribemos las contrarias a la Palabra de Dios y construyamos sobre fundamento firmes en Cristo.
Ahora sí, salgamos a la calle y reconstruyamos esta sociedad desde su base. La familia, nuestro lugar de trabajo o estudios son lugares de reconstrucción. Donde quiera que estemos prediquemos viviendo y hablando los mandamientos del Padre y la obra redentora de Cristo.
Confiemos porque el Dios del cielo, Él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos.
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