Más que profeta
Y cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a las gentes: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento? Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que visten preciosas ropas y viven en delicias, en los palacios de los reyes están.
Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y aun más que profeta.
Éste es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti.
Porque os digo que entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios, mayor es que él.
Lucas 7:24-28.
Juan el Bautista se encuentra de repente en una situación difícil. Apresado por Herodes espera el qué será de su vida. Mientras tanto le llegan noticias de Jesús. Dos de sus discípulos lo visitan en la cárcel y le comentan de milagros, multitudes y una presencia de Dios manifestándose de una manera especial a través de Cristo.
Juan sabe un poco de esto. Él era una antorcha que alumbraba por un corto periodo y la gente quiso alumbrarse en su luz; pero Jesús se manifestaba como la Luz verdadera que da vida a todos los hombres. Les pide a sus discípulos que vayan a Cristo y le pregunten: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
Quizás nos cueste entender que sea justamente Juan quien dude. Él, que dio testimonio, diciendo: Vi al Espíritu descender del cielo como paloma, y permanecer sobre Él; y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar en agua, Éste me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu, y que permanece sobre Él, Éste es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que Éste es el Hijo de Dios.[1]
Pero en la soledad de la cárcel y lejos de los tiempos en que las multitudes corrían a él, entonces tiene duda. Por eso Jesús le recomienda no escandalizarse de él, o como dice otra versión, no hallar tropiezo en su persona. Que las luchas y pruebas no cambien tu imagen del Cristo de la gloria porque él no cambia de acuerdo a las circunstancias, tampoco debe hacerlo tu fe.
Los mensajeros son recibidos por Cristo y vuelven a Juan con una respuesta clara a su pregunta: Id, decid a Juan lo que habéis visto y oído; cómo los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es predicado el evangelio; y bienaventurado es aquel que no fuere escandalizado en mí. Y cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a las gentes.
Abramos un paréntesis aquí. Juan se equivocó en la pregunta dudosa sobre si era él o debían esperar a otro, pero esto no llevó a Jesús a criticarlo. Le recomendó aquello que lo haría bienaventurado, pero ante la gente no lo criticó. Aprendamos, los siervos de Dios pueden equivocarse pero jamás critiquemos ante la gente. Resaltemos las virtudes y los defectos los corregimos entrecasa.
Ahora la pregunta de Jesús a la multitud: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento? Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que visten preciosas ropas y viven en delicias, en los palacios de los reyes están.
Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y aun más que profeta.
Esa es la pregunta en la cual quiero meditar. ¿Qué salimos a ver? ¿Qué buscamos en las personas? ¿Qué nos atrae tanto como para invertir tiempo y sacrificio de nuestra atención en hombres semejantes a nosotros?
Cada uno de nosotros observamos a nuestros líderes espirituales y decidimos escucharlos y, aun, aprobar sus palabras bajo la luz de la palabra de Dios. Pero, ¿Qué salimos a ver? Este salir es quebrar los límites personales de nuestro círculo. Órbita que limita mi vivir cotidiano y mis limites espirituales y preferenciales en cuanto a quien elijo como digno de ser oído y obedecido, de acuerdo a su accionar personal ante el Padre.
Amplió mis horizontes cada vez que decido poner mi atención sobre una persona y alimentar, tanto mi intelecto como mi vida espiritual, a través de ella. Debo ser consciente que al salir a ver estoy otorgando poder. Dar la palabra es dar poder. Al permitirle que ese hombre o mujer me hable le estoy otorgando el poder de instruirme o guiarme.
Cristo hoy te pregunta: ¿Qué salisteis a ver? ¿Una caña que es agitada por el viento? Es decir, una persona que no merece el grado de estima que le brindas. Mas ¿qué salisteis a ver? Una persona que te deslumbra con sus posiciones y glamour. Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Esa es la clase de persona que personalmente busco. Una persona que hable en Nombre de Dios con veracidad vivida y respaldada por el Espíritu del Santo. Soy capaz de romper con mi círculo personal y salir al desierto a escucharlo.
Jesús dice de Juan el Bautista que era más que profeta. Porque su realidad espiritual le permitió tener una experiencia que ningún profeta del Antiguo Pacto tuvo. Mientras los profetas profetizaban del Mesías, Juan lo vio con sus ojos y lo señalo con su mano ante la multitud diciendo: Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. ¿Qué profeta tuvo este acercamiento tan particular con el objeto de su profecía? Realmente, Juan es más que profeta.
Ahora, aquellos a los cuales salgo a ver, ¿Son profetas verdaderos de Dios? ¿Cuánta es la visión de Jesús que tienen? No juzgo sin conocer. Juzga tú que los conoces; Yo lo haré con cada persona que decida escuchar dándole el poder de la palabra.
Juan era más que profeta por su visión de Jesús. También por su llamado tan especial. Éste es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Jesús dijo que entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios, mayor es que él.
En comparación a los otros profetas que predicaron de Cristo, él acercamiento al Mesías logra que no haya otro mayor que él entre los nacidos de mujer. Ahora, Juan es el más pequeño en el Reino de los cielos, porque aquellos que gustan de la presencia del Cristo glorificado en las regiones celestes están muchos más cerca de éste que Juan. Redondeando, lo que hace grande a un profeta es su cercanía a Dios.
Otra perspectiva es saber que los más grandes en el Reino son los que se humillan como niños, por eso a ellos les perteneces el Reino de los cielos. Entonces, lo que realmente lo hace grande a un profeta es ser el más pequeño entre los hermanos. Dice la Biblia que En aquella hora vinieron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo: Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Cualquiera, pues, que se humillare como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.[2]
Para finalizar: ¿Qué saliste a ver? ¿Una caña que es agitada por el viento? Mas ¿qué saliste a ver? ¿Un profeta?
Un profeta tiene Palabra de Dios porque tiene llamado. Un profeta tiene visión de Cristo. Sin embargo, un profeta sabe que es el más pequeño en el Reino de Dios. Esto lo convierte en más que profeta.
El Espíritu Santo de Dios te de la bendición que cuando alguien pregunte a los que salen a oírte, ellos respondan: Salí a ver a un profeta, ¿Qué digo? Más que profeta. Y que tú respondas lo mismo de tus líderes espirituales.
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