domingo, 4 de enero de 2015

UNA PUERTA ABIERTA QUE NADIE PUEDE CERRAR

          Una puerta que nadie puede cerrar



 Escribe al ángel de la Iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre.  Yo conozco tus obras; he aquí he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerzas; has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. Apocalipsis 3:7-8.


Ante un desierto tan intenso y un futuro tan incierto, quizás Moisés creyó que no había salida. A lo mejor sus años apacentando el rebaño de su suegro lo conformó a olvidar que había algo propio. Pero un día una zarza ardió y le recordó un fin de Dios. Fue como una puerta abierta delante de él, la cual ni sus errores pudo cerrar. Con nada a la vista y solo promesas, sumándose un pueblo rebelde y contradictorio, muchas veces lloró, sufrió, golpeó cuando debía hablar, se cansó y pensó ¿Por qué él?

Seguramente José se habrá preguntado muchas veces ¿Por qué a mí? En el pozo o cuando las cadenas lo arrastraban a Egipto. En la cárcel y en el olvido, seguramente se repetía: ¿Por qué a mí?

Lo mismo habrá pasado por el corazón de David ante sus errores. Recordando se habrá aferrado a su escritura y recuperando esperanza,  escribió: Jehová cumplirá su propósito en mí.[1] Era como intentar mirar más allá, para ver aquella puerta abierta por el aceite de la unción y recuperarse de sus caídas, sabiendo que nada la cerrará.

Puedo nombrarte a Job, a Nehemías, o Jeremías. A Pablo bajando de un canastillo para huir de los que prometían su muerte. O tirado en la arena al ser dejado por muerto en las afueras de las ciudades o cuando se hundía naufrago en el mar. Puedo hablarte de mí o de tantos hombres y mujeres que se preguntaron muchas veces: ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? O habrán bajado los brazos por un segundo pensando que no hay salida.

En realidad quiero hablarte de la capacidad del cristiano para recuperarse una y otra vez. Hay un potencial tremendo puesto por Dios en nosotros que siempre nos permite ver más allá. Todo ser humano puede hacerlo, pero no todos pueden hacerlo con gozo. Porque no todos pueden ver la puerta abierta delante de ellos. O lo que es peor, no todos han aceptado esa puerta y han entrado por ella. El secreto que líbera este potencial de recuperación en ti es saber que Dios abrió una puerta para nosotros y nadie la puede cerrar.

Pienso en David y me gustaría saber mucho más personalmente que le llevó a escribir: Alzaré mis ojos a los montes ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.[2] La respuesta a su pregunta es el segundo gran secreto: Dios siempre te ayudará. Lo sabía Moisés, José, David, Pedro, y todos los que un día confiaron su vida a Jesús. Dios siempre me ayudará fue su fortaleza.

El último secreto es saber que esa puerta siempre estará abierta. Que ella misma es todopoderosa, eterna e indestructible. Imposible de mover por fuerza humana o diabólica. Imposible de abrir o de cerrar sin la voluntad de Dios. Esa puerta abierta delante de ti es Cristo mismo.[3]

Entonces, piensa: ¿Qué te detiene? ¿Por qué te lamentas tanto? ¿Qué te hace pensar que todo terminó?

Tienes el gen del Espíritu Santo, por medio del cual te engendró Dios, que te capacita para siempre volver a empezar. Tienes la seguridad que Cristo siempre estará y su ayuda no se hará esperar más de lo necesario. Tienes una puerta abierta delante de ti que nadie puede cerrar. Tienes tu futuro en las manos de Dios. Lo tienes todo.





[1] Salmo 138:8.
[2] Salmo 121:1-2.
[3] Juan 10:7.

jueves, 27 de noviembre de 2014

ENCUENTROS

ENCUENTROS



Hace unos días despedimos los restos mortales de un joven talentoso de la iglesia. En aquella ocasión dije, como palabras alusivas, que la vida se trata de encuentro. Personalmente rendía homenaje a Dios que me permitió cinco  años de encuentro significativo y divino con aquel joven.

Mientras medito en estas palabras, pienso en que el Señor guía nuestro camino y en el transitar de su voluntad nos permite estos encuentros, a veces cortos o largos, lo importante es lo significativo que es para nuestro vivir y  lo que aportamos al otro. Creo que si fuéramos más conscientes de esta verdad, cuidaríamos detenidamente estos encuentros.

Para Josué encontrarse con Moisés fue un encuentro divino. Timoteo no hubiera dudado en responder positivamente en relación a su encuentro con Pablo. ¿Tus encuentros son solo ocasionales, significativos o divinos? Creo que el secreto está en nosotros. En la manera en que valoramos  e involucramos a Cristo en estos encuentros.

Alguien puede ser ocasional en tu vida pero tu manera de ver los momentos compartidos lo puede convertir en significativo. Es más, si ves al Espíritu Santo guiándote siempre, te darás cuenta que todo se convierte en divino según le des posibilidades a Dios. Ninguna persona pasa a tu lado casualmente sino causalmente. Solo permite al Señor mostrarte los porqués y usar tu vida tanto como la de los otros a tu favor.

La vida solo se trata de encuentros temporales hasta que llegue lo eterno.


jueves, 20 de noviembre de 2014

TEMOR REVERENTE

TEMOR REVERENTE


Y seis días después, Jesús tomó a Pedro, y a Jacobo, y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol, y su vestidura se hizo blanca como la luz.
Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Él.
Entonces respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Señor, bueno es que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres tabernáculos; uno para ti, uno para Moisés, y uno para Elías.
Mientras Él aún hablaba, una nube resplandeciente los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo contentamiento; a Él oíd.
Y oyendo esto los discípulos, cayeron sobre sus rostros, y temieron en gran manera.
Entonces Jesús vino y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos sus ojos a nadie vieron, sino a Jesús solo.
Mateo 17:1-8 

Pedro, Jacobo y Juan vivieron privilegios que ninguno de los otros discípulos tuvieron. Ver la transfiguración de Jesús transformándolos en testigos privilegiados de su gloria es impactante. Observar dos personas con Cristo y darse cuenta que son nada mas ni nada menos que Moisés y Elías supera toda expectativa, de manera tal que Pedro hablaba sin saber lo que decía.

Toda experiencia espiritual es buena cuando son revelaciones de parte del Padre Celestial, pero que el Señor les permita participar de su nube de Gloria y oír directamente la voz de Dios diciendo: -Este es mi Hijo amado, en quién tengo contentamiento; a él oíd-, no es comparable con nada.

¿Qué es aquello que lleva a Cristo a dar participación a estos discípulos de tal revelación? ¿Qué es necesario que haya en mí para ser invitado a tal nube de gloria y tener semejante relación con el Padre?

No son nuestros razonamientos de niños ante tal majestad lo que nos impedirán semejante relación. Muy a pesar de nuestra madurez o fragilidad intelectual o espiritual, Cristo está dispuesto a invitarnos a entrar en su nube y oír de Dios su más tierno pensamiento de Padre, contentado por la obediencia de su Hijo. Solo es necesario temor de Dios.

0bserva la imagen de los tres discípulos caídos sobre sus rostros sin poder levantar la mirada ante la majestad de Dios. Mira su temor reverente. Son tres figuras inclinadas y sumergidas dentro de sí misma, como queriendo achicarse hasta desaparecer ellos mismos, dejando de ser para que solo sea Cristo.

La gloria de Dios consume la humanidad viciada de egocentrismo y el temor de Dios calla nuestra ignorancia ante sus palabras.

Jesús los mira. Nunca se arrepentirá de haberlos invitado a su nube de gloria. No esperaba menos de ellos. Solo temor reverente ante su Padre.

Vino y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos sus ojos a nadie vieron, sino a Jesús solo. Porque Cristo lo es todo. Es más que la nube por gloriosa que sea. Superior a cualquier experiencia espiritual con Moisés, Elías o cualquier siervo de Dios.

El Señor te invita a su presencia a oír directamente la voz de Dios. Inclinado, sumergido dentro de ti mismo, como queriendo achicarte hasta dejar de ser para que solo sea Cristo. Hundido en temor reverente ante su grandeza.



viernes, 31 de octubre de 2014

TRANSFORMACIÓN

transfOrmaCIÓN


En la profundidad de mi desierto busco tu luz que me guíe. Busco la estrella de los príncipes de oriente; anhelo el sueño que muestre la escalera que me lleve al cielo, que me de la seguridad de haber tenido un encuentro contigo. Entonces iría hasta tu silla; humillado clamaría perdón; contristo besaría tus pies y expondría mi queja y mis desconciertos que, por cierto, no te son ocultos y son muchos.

En la profundidad de mi desierto encuentro huellas. Diferentes caminos me muestran. Dudo entre lo acertado y lo incierto de seguirla. Decido escribir, en mi solitaria búsqueda, grabar en la arena las mías propias. Por favor, permite que sean acertadas mis decisiones; te suplico, endereza mis pasos para no errar a nadie que venga tras mio, y al decidir seguir mis pasos los extravíe inconscientemente.

Hacer caminos en la soledad me desafía.

Soy un restaurador de murallas en ruinas, pero las mías me fueron por algún tiempo indiferentes. Dame las herramientas; adiestra mis manos. Quiero restaurar tu altar que está arruinado. Piedras sobre piedras, llorando de felicidad sobre ellas reconstruyo. Puedo ver las malezas que ahogan; limpio la suciedad que afea y estorba. Observo el descuido y me confundo, porque todo parecía lindo desde afuera, pero en la profundidad de mi desierto veo, no por el espejismo exterior sino por la verdad interna, y digo: -Solo tú eres Dios-.

Restauro mi altar arruinado.

¿Qué es un altar sin su sacrificio? Oigo la voz secreta del Espíritu, voz que solo nosotros la oímos. -Mira tus manos-, me dice. Nada tengo para ofrecerte. Busco en mi desierto y no encuentro que sacrificar. Aquí mi dinero no sirve, ni mi servicio, ni mi tiempo. Entonces digo: -Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad-.

Advierto sobre el altar consumirse por el fuego de Dios todo mi orgullo, mi vanidad, mis deseos, sueños de grandezas egocéntricos. Por un momento quiero llorar sobre ellos como quien llora por un ser querido fallecido, digo: -¡No!-. Tengo temor que mi amor por las cosas de este mundo te ofenda.

No lloraré por lo viejo que dejo sino fijare mi visión en lo nuevo revelado ante mí.

Algo brilla sobre la arena. Son como estrellas caídas del cielo; como si el inmenso universo celestial hubiera dejado caer sus lumbreras para marcar sus huellas perfectas sobre el suelo de mi desierto. Iluminan un camino. Las huellas en diferentes direcciones revelan la crisis en este punto del desierto. Es un punto de decisiones que me indica que muchos vieron lo que veo, pero pocos eligieron seguirla.

Entonces me doy cuenta. Llegué al centro de las crisis, al punto donde debo decidir.

Las observo detenidamente. No son estrellas; son lágrimas de algún viajero que se incrustaron al caer en la arena, pero no se secan. ¿Qué misterio profundo tienen que el sol abrasante no pudieron con ellas? Me doy cuenta. Son como huellas pero no hechas por ningún pie sino por un corazón diferente, que expresa en cada lágrima su verdad.

Me pregunto: -¿Será finalmente esta la verdad que buscó? ¿Estarán, tras este camino la respuesta a mis interrogantes?-.

Doy un paso, luego otro. Una lagrima está sobre la superficie, otra, con fuerza se incrustó mas profundamente. Entonces entiendo, cada lágrima me revela momentos, circunstancias y sucesos. Pero no hay sucesos significativos sin relaciones personales significativas. ¿Quiénes serán esas personas que provocaron lágrimas penetrantes que marcaron por siempre tu arena?

Me inclino sobre mis rodillas. Las estudio profundamente buscando revelación en el espejo de cada lágrima. Entonces puedo ver.

Veo a un joven que te alaga. Me siento tan reflejado. Lo veo mirar las riquezas terrenales y, de reojo, mirar los tesoros celestiales. Su figura dándote la espalda y yéndose triste impacta mi corazón. Entonces reparo en la profundidad de las lágrimas que caen al suelo por él. Nadie la ve. Ni la multitud ni los discípulos más íntimos. Yo la veo; es una marca en la arena. Por él, por tantos.

Si darme cuenta, una lágrima cae de mis ojos. Es como un meteorito que logró atravesar la atmósfera personal y marcar una huella en la vida misma. Ahora no es solamente tu lágrima Jesús, he sumado la mía por los tantos que ahogan tu palabra y la hacen infructuosa. Son semillas sembradas entre espinos porque los afanes de este mundo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entraron a ellos y las amaron más que a ti.

Una brillante y eterna lagrima ruega, por las misericordias de Dios, que presente mi cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es mi culto racional. Que nunca me conforme a este mundo, sino que me transforme por medio de la renovación de mi entendimiento, para que pueda comprobar cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Sólo a través de esto lograré no tener más alto concepto de mi mismo que el que debo tener, sino pensaré con cordura, conforme a la medida de fe que Dios me dio.

Me ruega que levante los ojos al cielo buscando las cosas que no se ven, porque las que se ven son pasajeras, pero las que no se ven son eternas.


Seco mis ojos, y veo. 

Me doy cuenta que lo tengo todo, y te adoro. Porque he comprendido que por más profunda que sea la crisis en mis desiertos, jamás me extraviaré ¡Amado Pastor de mi alma!

domingo, 26 de octubre de 2014

HAMBRE Y SED DE OÍR LA PALABRA DE DIOS

HAMBRE Y SED DE OÍR LA PALABRA DE DIOS


He aquí vienen días,  dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán. En aquel tiempo las doncellas hermosas y los jóvenes desmayarán de sed.
Amós 8:11-13.
Las sequías y el hambre siempre fue consecuencia del enojo de Dios. Nosotros deseamos que Dios envié hambre y sed de su palabra, pero aunque parezca una buena petición, sin embargo no debemos olvidar lo que simbolizan.

De tanto rechazar el mensaje de los profetas, Dios decide que enviaría esta escasez espiritual a su pueblo. Esta decisión llevaría a perder la esperanza. Por este motivo dice que en aquel tiempo las doncellas hermosas y los jóvenes desmayarán de sed, símbolo del futuro de un pueblo y en quien basamos toda esperanza de continuidad.

Ya en los tiempos cuando Samuel era un joven que ministraba a Jehová en presencia de Elí; la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia[1]. Esta sequía de visión y palabra del Señor era causa del extravío espiritual de los líderes, (los hijos de Elí), que profanaban las cosas santas de Dios robando, adulterando y todo el pueblo lo veía y sufría de esta decadencia espiritual. Sabemos que sin profecía el pueblo se desenfrena.[2]

Observemos este relato bíblico: Vino el espíritu de Dios sobre Azarías hijo de Obed; y salió al encuentro de Asa, y le dijo: Oídme, Asa, y todo Judá y Benjamín: Jehová estará con vosotros, si vosotros estuviereis con él: y si le buscareis, será hallado de vosotros; mas si le dejareis, él también os dejará. Muchos días ha estado Israel sin verdadero Dios y sin sacerdote que enseñara y sin ley; pero cuando en su tribulación se convirtieron a Jehová Dios de Israel, y le buscaron, él fue hallado de ellos. En aquellos tiempos no hubo paz, ni para el que entraba, ni para el que salía, sino muchas aflicciones sobre todos los habitantes de las tierras. Y una gente destruía a la otra, y una ciudad a otra ciudad: porque Dios los turbó con toda clase de calamidades. Pero esforzaos vosotros,  y no desfallezcan vuestras manos;  pues hay recompensa para vuestra obra.[3]

Creo que unas de las consecuencias de los tiempos que vivimos, llenos de violencia, inseguridad, egoísmo y decadencia moral y espiritual de nuestra nación  y congregaciones se deben a la escasez de palabra del Espíritu Santo, Porque la palabra de Dios es comparada a la lluvia y la nieve que desciende de los cielos, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así es la palabra que sale de la boca de Dios; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié, dice el Señor en Isaías 55:10-11.

Este contraste entre la sequía y la lluvia nos muestra la diferencia entre una generación bendecidas por Dios y otra con la cual el Señor está tratando por su manera de relacionarse con él.

Zacarías 13:3 al 5 dice que “Y acontecerá que cuando alguno profetizare aún, le dirán su padre y su madre que lo engendraron: No vivirás, porque has hablado mentira en el nombre de Jehová; y su padre y su madre que lo engendraron le traspasarán cuando profetizare. Y sucederá en aquel tiempo, que todos los profetas se avergonzarán de su visión cuando profetizaren; ni nunca más vestirán el manto velloso para mentir. Y dirá: No soy profeta; labrador soy de la tierra, pues he estado en el campo desde mi juventud”.
Cuatrocientos años de silencio produjeron tal escasez, que la predicación de Juan el Bautista fue descripto por Cristo como una antorcha que los alumbraba por un poco de tiempo, y ellos buscaron ese poco de luz.

Esto no significa que los cultos se terminaron y que las fiestas judías no congregaban al pueblo. La realidad es que todo era vacío. No se manifestaba la presencia de Dios. No había palabras ungidas. Faltaba revelación. En el episodio en el cual Jesús multiplica los panes y los peces observa a la multitud y las ve como ovejas que no tienen pastor. En relación está haciendo hincapié en el hambre y la sed de esa generación de la Palabra.

Los discípulos reconocen la necesidad de la gente al pie del monte, pero solo ven la necesidad física, por eso le dijeron a Jesús: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto. Él les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.[4]

Jesús vuelca toda la responsabilidad de alimentar el hambre y la sed de la gente en sus discípulos. Ellos creen que es imposible monetariamente por su visión corta y poco entendimiento de las palabras de Cristo, pero la iglesia tiene el deber de saciar a una generación hambrienta de la palabra de Dios.

Creer que la gente estaba en aquel lugar por ver un milagro de multiplicación es un error. Ellos ni sabían lo que el Señor haría con aquellos pocos panes y peces; estaban allí por una palabra de Cristo. Sabía que en cualquier momento se levantaría y les enseñaría. Eso congregaba de todas partes venciendo las necesidades físicas.

¿Qué no haríamos por oír un sermón de Jesús? Una sola palabra con el poder que emanaba de su boca transforma la vida y las circunstancias. Su palabra es creadora, restauradora y milagrosa. Trae tal convicción que vence cualquier status social hasta el punto de la súplica: ¡Solo di la palabra, y mi criado sanará! ¡Por tu palabra echaré la red! ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

El Apóstol Pablo era tan consciente y le pesaba tanto el resguardo de la sana doctrina, que en el último tiempo de su vida le escribe a Timoteo de la siguiente manera: Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo,  que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.
Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

Quiero que captes el espíritu del clamor de Pablo: ¡Te encarezco! ¡Predica la palabra! No se acabaran los maestros, todo lo contrario, se amontonaran. Pero faltará la esencia del Espíritu, la vida de Dios en la predica; esto debido a que estos predicadores se centraran en ellos mismos, adulterando la palabra como se adultera la leche.

Como en los tiempos de sequías de palabra de Dios en los tiempos bíblicos, en los tiempos de apostasía no se acabaran los cultos ni las fiestas religiosas. No se dejará de levantar las manos y de concurrir los domingos; no se dejará de oír, pero con comezón de escuchar y se alimentará esa necesidad con mentiras y fabulas. En aquellos tiempos no habrá paz, ni para el que entra, ni para el que sale, sino muchas aflicciones sobre todos los habitantes de las tierras.

Observemos nuestra generación. Veamos el impacto de nuestra predicación. De acuerdo a ese balance oremos a Dios. Personalmente le pido que envié su palabra. No me gusta que haya hambre y sed de ésta, porque en el contexto de lo que estamos leyendo en el libro de Amós es muestra del enojo de un Dios que no tolera nuestro proceder, tanto en lo social como espiritual.

Me aliento y te aliento con la promesa de Cristo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.[5]

Mientras Cristo sea el centro de tu vida, siempre que estés dispuesto a ir a él y creas en él, nunca va a ver sequías espiritual para ti y los que te oigan. No va a faltar palabra de Dios en tu boca, ni en la boca de tus hijos, ni en los hijos de tus hijos. Dios usará tu vida para saciar tu generación. Solo debemos ser cada vez más cristo céntrico. Es decir, el centro de nuestra predicación.

El Espíritu Santo de Dios nos guiará a toda la verdad;  porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y nos hará saber las cosas que habrán de venir.
El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber, dijo Jesús.[6]






[1] 1 Samuel 3:1.
[2] Proverbios 29:18. 
[3] 2 Crónicas 15:1-7. 
[4] Lucas 9:12 y 13.
[5] Juan 6:35.
[6] Juan 16:13 -14.

viernes, 24 de octubre de 2014

AMARTE ES FÁCIL

 AMARTE ES FÁCIL



La muchacha lo miro a los ojos como si lo mirara por primera vez. Desde ese momento supo que nunca más lo vería igual a como lo hacía antes. Algo, tan profundo, cambió para siempre.

Lo conoció en la facultad. Ambos venían de lejos a completar sus estudios superiores. Las familias de los dos hacían un esfuerzo económico para ayudarlos; ellos le respondían esforzándose para rendir lo más posible en sus estudios.

Un día ella le digo que debía dejar sus estudios por un tiempo, porque los problemas económicos en su familia le impedían la compra de materiales para estudiar. Él le dijo que espere antes de tomar una decisión, que algo podía pasar.

A los días recibió una carta que le indicaba que había llegado a las oficinas de la Facultad un compromiso escrito de un padrinazgo económico para ayudarle por ese año. Estos padrinazgos eran anónimos.

El joven amigo había decidido dividir sus ingresos y ayudarla. Le compraba todos los apuntes que necesitaba y con el resto compraba los suyos. Jamás fue suficiente y, aunque se esforzó, fue un año negativo para él. Todo lo que hiciera por ella tenía valor. Sus sentimientos eran puros pero no correspondido. El hecho de no recibir recíprocamente no fue impedimento para su sacrificio. La decisión de amar era suya.

Ella no comprendía porque lo veía tan agotado y, aunque sabía de su esfuerzo, se daba cuenta de su bajo rendimiento. Decía pasarse horas estudiando pero parecía jamás alcanzar el ritmo necesario de estudio.  

Un día, la joven recibió un mensaje de otra compañera que le hablaba sobre su padrinazgo. Le dijo que encontraría a su padrino transcribiendo libros de puño y letra por horas en la biblioteca de la casa de altos estudios.

La muchacha entró a la sala y lo vio. Observo su cansancio y su esfuerzo. Lo miro como si lo mirara por primera vez. Desde ese momento supo que nunca más lo vería igual a como lo hacía antes. Algo, tan profundo, cambió para siempre. Se dio cuenta que es imposible no amar tanto amor.

Hay personas a las cuales es fácil amar. Son tan queribles debido a su manera de relacionarse. Hacen imposibles no quererles.

Jesús, para mí es fácil amarte. Tu amor lo hace tan sencillo. Un día miré tu cruz y nunca volví a mirarte de la misma manera.

Eres tan querible para tantas personas que muchos experimentaron vituperios y azotes,  y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.[1] Lo sufrieron mirándote a los ojos y diciendo: ¡Qué fácil es amarte!

Tu amor lo hace posible todo, porque es imposible no amar a quien tanto me amó. Tu manera de manifestarte a un mundo moldeado a un estándar de amor, quiebra con todo status quo de sentimientos egoístas. Te sacrificaste por alguien imposible de amar lo cual hace totalmente posible amarte.

Tú lo haces fácil. Tan fácil que no tengo pretexto para no darte mi vida y por amor a ti gozarme en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias;  porque cuando soy débil, entonces amarte me hace fuerte.[2]







[1] Hebreos 11:36-38. 
[2] 2 Corintios 12:10.  

jueves, 23 de octubre de 2014

LO VIEJO Y LO NUEVO

LO VIEJO Y LO NUEVO


Jesús les preguntó:-¿Habéis entendido todo esto?-Sí -Le respondieron. Y Él les siguió diciendo:-Por eso es por lo que todos los escribas que hayan recibido enseñanza acerca del Reino del Cielo serán como padres de familia que sacan de sus alacenas cosas nuevas y cosas antiguas.


Mateo 13:51-52


Que importante es para Jesús que podamos entender sus palabras. Que el esfuerzo empleado por el oír este alineado con el de entender. No solamente lo intelectual y espiritual de las Escrituras, sino toda manera por medio de la cual él se comunique con nosotros y nos enseñe.

Cristo acababa de enseñar sobre el Reino de Dios mediante parábolas y necesitó la confirmación de que estaban entendiendo lo nuevo que les daba. Ellos respondieron que sí, o al menos algo entendían. Eso era suficiente para él.
¿Puedes darte cuenta de cuanto le importa a nuestro Maestro comprobar que hay crecimiento de vida en nosotros al ser enseñados? Para el Espíritu Santo es fundamental ver frutos de su trabajo de guía a las verdades de Dios. Ese fruto es de vida. 

A la vez, también le interesa que seamos buenos acumuladores. Que nuestro lugar de acumulo este lleno de cosas viejas y nuevas. Fíjate que no dice cosas buenas y malas, como solemos catalogar las enseñanzas y experiencias de vida, sino de viejas y nuevas.

Como dice el doctor  William Barclay: "Lo que Jesús estaba diciendo de hecho era: «Vosotros podéis entender porque vinisteis a Mí con una herencia preciosa. Trajisteis toda la enseñanza de la Ley y de los Profetas. Un escriba viene a mí después de toda una vida de estudio de la Ley y de los mandamientos. Ese trasfondo os ayuda a entender. Pero después de recibir Mi enseñanza tenéis el conocimiento, no sólo de las cosas que sabíais antes, sino también de otras de las que no teníais noticias, y el conocimiento que teníais antes se os ilumina ahora con lo que Yo os he enseñado.»

Entonces, observemos como Jesús no rechaza lo viejo para implantar lo nuevo como es nuestra costumbre. Para él, todo lo acumulado a lo largo de nuestra experiencia de vida, en todos los sentidos, tanto profesional, emocional, como capacidades o dones, son valiosos y no por viejo desechables.
Aquí hay algo muy sugestivo: porque quiere decir que Jesús nunca quiso ni pretendió que nadie olvidara todo lo que supiera antes de venir a Él, sino que lo viera en una nueva luz y lo usara en una nueva proyección de servicio. Cuando nos sucede eso, lo que sabíamos antes se convierte en un tesoro mayor del que había sido nunca.

Cualquier enseñado por la corriente de pensamiento actual de desechar lo viejo y revalorizar lo nuevo hubiera aconsejado a los discípulos a dejar atrás todo lo aprendido en el judaísmo, pero no aconseja así Cristo. Para él es de gran utilidad todo lo vivido.

Piensa en ti. ¿Cuanta experiencia y sabiduría se acumulo en tu persona por lo viejo vivido, aprendido y acumulado? Vuelvo a repetir, no hablo de experiencias buenas y malas porque ambas nos ayudan para bien si amamos a Dios y nos encarrilamos en su propósito. Sino de la importancia de la vida atesorada como escriba docto en el reino de los cielos que entiende que todo maestro debe ser alumno. No es posible ser obrero eficaz sin ser alumno eficaz en todo lo que Dios nos enseñe mediante la experiencia de vivir.

Es malo cerrarse a lo viejo tanto como a lo nuevo.

¿Habría algo nuevo para los judíos en Jesús? ¿Habría verdades nuevas para los judíos en sus palabras? Si lo había. Pero ellos no creían en "cosas nuevas". Esto fue el grande error de los judíos. Decidieron rechazar esto nuevo de Dios que no era nada menos que el cumplimiento de lo viejo tan esperado. Jesús traía "cosas nuevas". El evangelio era nuevo. El reino era nuevo. Estaba llegando una nueva dispensación. Jesús era el mediador de un nuevo testamento. Ahora había nuevas promesas, pero sus corazones, razón y entendimiento no querían aceptar y acumular esto nuevo.

Constantemente hay algo nuevo del Espíritu para su Iglesia tanto como para ti. No rechaces por novedoso sino comprueba su veracidad mediante Dios. Lo único que permanece para siempre es su Palabra.


Abre tus ojos y observa. Sé un discípulo enseñado en las cosas del Reino y saca de tu reserva lo viejo y lo nuevo para servir a Jesús con excelencia. Bendiciones.